El gobierno ucraniano, a través de su ministro de Transformación Digital, ha puesto en marcha un ejército de cibervoluntarios del que formarían parte unas trescientas mil personas.
De todos ellos, no se sabe cuántos son hackers realmente activos ni cuántos simples curiosos. A través de la red Telegram se marcan los objetivos a derribar y la estrategia, generalmente, se basa en realizar ataques DDoS o de denegación de servicio. Es decir, se hacen miles de peticiones de acceso de forma simultánea hasta sobrepasar las capacidades del servidor que aloja una determinada página web.
Pero tan solo unos días antes de que el ministro ucraniano Fedorov se volcase con la guerra digital, el colectivo internacional Anonymous ya había comenzado a boicotear sitios web y canales de televisión rusos.
Y, aunque estar contra Vladimir Putin hoy pueda parecer una excelente idea, que en esta estrategia de guerra digital estén involucradas organizaciones que se basan esencialmente en el completo anonimato, podría acabar siendo también una maniobra bastante peligrosa.
¿Quién es Anonymous?
Antes de centrarnos en la actualidad, demos un paso atrás en toda esta historia. ¿Quién está realmente detrás de este colectivo que se hace llamar Anonymous?
Según Wikipedia, Anonymous sería un “un pseudónimo utilizado mundialmente por diferentes individuos y colectivos para realizar, en su nombre —poniéndose de acuerdo con otros—, acciones o publicaciones individuales o concertadas, principalmente ataques cibernéticos contra gobiernos, corporaciones, instituciones y agencias gubernamentales”.
Anonymous es un grupo sin una estructura fija; no hay portavoces oficiales o un aparato directivo. Desde este anonimato en el que se amparan y que utilizan incluso para autodenominarse, el colectivo abre un espacio cibernético libre de leyes en el que también puede recurrir a medios ilegales sin tener que temer la persecución penal directa, aunque se abran investigaciones como la que han puesto en marcha la Fiscalía de Berlín y la Oficina Federal para la Seguridad de la Información tras el ataque a la filial alemana de la petrolera rusa Rosnef.
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Anonymous es una entidad opaca
Y ese es, precisamente, el gran problema de Anonymous, su total y completa opacidad. No sabemos qué individuos concretos o qué grupos están moviendo los hilos. Es más, nadie sabe tan siquiera cuáles son los motivos reales que persiguen. Esto hace que este colectivo sea también impredecible y, por tanto, podría torpedear en cualquier momento y de forma inesperada los frágiles períodos de alto al fuego, las negociaciones de paz o las decisiones en tiempos de guerra o de crisis.
Es posible que Anonymous haya estado en el lado correcto de la historia hasta el momento, pero eso no es garantía para el futuro. Ellos mismos han reconocido en sus redes que, en un momento dado, podrían ser utilizados como peones por cualquier gobierno, incluso por el ruso o el de los EE. UU.
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La red va más rápida que la legislación
Que el mundo digital va más rápido que la legislación que debe regularlo, lo sabemos todos y le ha quedado claro a Mark Zuckerberg cuando, después de casi quince años operando en Europa, amenazó con apagar sus redes sociales en vista de la nueva Ley de Servicios Digitales (DSA) que la UE pretende poner en marcha próximamente.
Igualmente, en un nuevo modo de enfrentarse a los conflictos bélicos, el pasado 24 de febrero, el colectivo Anonymous declaró oficialmente la guerra cibernética a Rusia. Aunque no utilizó ninguna de las redes sociales de Meta, progresivamente bloqueadas en el país, sino que lo hizo a través de Twitter.
La entrada de Anonymous en la contienda ha sido ampliamente aclamada y, como hemos visto, replicada a los pocos días por el propio gobierno de Ucrania. Miles de personas comparten sus tweets, les dan “me gusta”, les agradecen su incursión o incluso proponen nuevos objetivos a través de las redes.
Lo que Vladimir Putin está haciendo con el pueblo ucraniano puede hacer más que comprensibles las expresiones de júbilo y aliento de miles de internautas a Anonymous. Pero tal vez debamos considerar cuánto de peligrosas pueden resultar las acciones de Anonymous y si éstas, al final, podían ir en contra de todo lo que representa nuestro sistema democrático.
¿Debe ganar la ley del más fuerte?
Hay una razón por la cual los estados democráticos definen claramente lo que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial pueden y no pueden hacer. Este principio impide que sólo se aplique la ley del más fuerte. Pero así es exactamente como actúa Anonymous: independientemente de la legislación aplicable, todo lo que se considera correcto se hace cumplir con todos los medios disponibles. Podría decirse que existen dentro de un estado constante de guerra sin cuartel.
Y no hay garantías de que las personas que están detrás de estos ejércitos de cibervoluntarios no cambiarán sus objetivos un día y estarán del otro lado. Que no se puede confiar en las buenas intenciones por sí solas es algo que podemos ver actualmente en Vladimir Putin, quien casualmente ha hecho caso omiso de varios acuerdos al mismo tiempo. Las buenas palabras, a menudo, pueden no ser más que mentiras.
La guerra de la desinformación
Antes de llegar a una situación de guerra real, con enfrentamientos bélicos entre ejércitos (y contra civiles) como el que se está produciendo en estos momentos en territorio ucraniano, también se ha estado abonando el terreno con desinformación y noticias falsas. Esto no ha sucedido solo en el conflicto ucraniano. La manipulación informativa está hoy al orden del día en todo el mundo, incluso en campañas electorales en las que se ha pretendido “dirigir” el resultado. La propia Rusia estaría detrás de muchas de estas estrategias pretendiendo crear desinformación y caos.
Pero, en este momento, debemos tener en cuenta un hecho importante: la guerra no es un videojuego ni la estamos librando en el Metaverse.
En internet, como en la vida, debería haber principios éticos básicos que no deberían ser traspasados. La primera víctima de una guerra siempre es la verdad. Las mentiras, la censura y la opacidad, vengan de donde vengan, son armas muy peligrosas.